Es agosto en Pueblonuevo del Guadiana, Badajoz. Hectáreas de tomate cubren el campo.
Millones de tomates crecen a base de tierra, sol y agua del Guadiana.
Rafa y su hijo Alejandro, ayudados por Damián, se preparan para cosechar su tierra. Se observa tradición y respeto.
El tractor tira de las cubas sobre el remolque, alineándose a la cosechadora para recibir la carga.
Rafa al mando de la cosechadora. Engulle las plantas para separar el fruto.
Alejandro supervisa la producción que sube por la cinta. Descarta los verdes y los terrones de tierra.
Comienzan a llenarse las cubas. El sol ya cae a plomo. La cosecha acaba de empezar.
Durante horas una concentración silenciosa invade la liturgia de la cosecha.
Las máquinas facilitan la labor. Años atrás las manos y las cajas eran las únicas herramientas.
La goma de riego queda atrapada en la cinta. Hay que parar unos minutos para solucionarlo.
Tras varias jornadas, acaba la cosecha. Ha sido un año duro, entre la sequía y la subida de costes en el campo. Ya preparan el año que viene, encomendándose al tiempo y al buen hacer.
